viernes, 26 de octubre de 2012

Día 12 | Negreira - Muxía


Hoy era la última etapa de recorrido considerable. Hoy en total serían unos 67 kilómetros desde Negreira hasta Muxía.

Quería partir sobre las 08:30 horas pero una gran capa de niebla inundaba la población, por lo que por mi propia seguridad creí conveniente esperar a que se levantara algo más y fue en torno a las nueve cuando ya comencé con el pedaleo.

Conforme abandonaba el pueblo ascendía más y más y, curiosamente, en la primera hora de Camino encontré a varios peregrinos. Al final si que tiene afluencia este tramo por lo que parece. Mejor, así me distraería y no sería tan monótono.

Iba avanzando y me encontré con una marca del Camino, mientras le hacía una foto por detrás de mi una pareja de americanos me hacía a mi una, y es que lo de llevar la bandera gallega en la espalda llama la atención.

Proseguí el avance y continué por bellas sendas, tupidas y húmedas, lo cual favorece que las piedras se tapicen con una gruesa capa de musgo. Es un ecosistema de gran belleza...

Arriba, abajo, arriba, abajo,... ¡No había nada de llaneo! Me estaba cansando y es que ya acumulaba muchos kilómetros encima, muchos días de bici y pedal, de dormir poco y mal, de nervios, y me iban pasando factura. Tuve que pararme a mitad de camino, al cruzar el río Xallas a la altura de Ponte Oliveira, donde desde hace años que no le he echado azúcar a un café y hoy lo necesité. Estaba jodido y solo llevaba la mitad de la etapa... Como ya sabéis en cuanto me tomo el tentempié parece que renazco, y el calorcito se hizo presa de mis piernas. Ahora si que rodaba a otro ritmo, cansado pero con más energía. Con tan poco cuanto se puede lograr...

Más adelante tuve que echarme al arcén pues una comitiva bovina exigía que cediera la totalidad de la calzada para que circulasen, y yo como soy muy educado y más pequeño que cualquiera de ellas así lo hago. Olieron mi bici, la cámara de video, mis zapatos y todo bajo su mirada desviada. Me siento seguro.... Cuando pasaron pude continuar. Subí otra montaña, esta repleta de aerogeneradores, y a mi izquierda veía al río serpentear entre las elevaciones, marcando su camino con un sonido a cascada. Precioso.

Una vez crucé esa parte logré llegar al punto donde el Camino se bifurcaba. A la izquierda iba a Finisterre. A la derecha iba a Muxía. Mañana Finisterre, hoy toca ir a ver A Virxe da Barca.

Esta pasada noche ha llovido considerablemente por lo que muchos senderos se han encharcado. Hoy ha sido gracioso resolver algunos de los puzzles que se disponían ante mi, pues cruzarlos sin mojarme los piés era ardua tarea.

Cuando quedaban 10 kilómetros, entre Ozón y Vilar de Sobremonte, había un gran hórreo, un cruceiro, un monasterio y una iglesia. Un cartel invitaba al viajero que lo desease a entrar y conocerlo y así lo hice. Allí conocí a Lucía, una chica perteneciente a la comunidad encargada de cuidar ese lugar. Según me contó la Iglesia les cedió todo eso durante cinco años y ellos están restaurándolo poco a poco y convirtiéndolo en albergue de peregrinos. Me invitaron a quedarme a comer pero tuve que declinar la oferta, tenía que llegar a Muxía. Quizás la próxima vez sí que me tome algo, seguro.

Los últimos ocho kilómetros fueron algo tortuosos y desmorlizadores. El curso natural del sendero me haría llegar en cuatro y a mi aún me quedaba el doble, pero tenía que respetar el Camino, es lo que había decidido y lo que yo quería.

Cuando vi Muxía yo entraba por la playa... ¡¡¡Oh si si si si!!! ¡SI! El mar, el sabor a sal en mi paladar, la arena, el suave romper de las olas como si de una nana se tratase y, sobre mi, gaviotas y cormoranes aguantando en el aire ante las fuertes corrientes que ellos seguían. Otros nadaban en una pequeña laguna adyacente y caían del cielo en picado para lavarse y dejarse mecer por ese suave ir y venir del agua.
Estaba en Muxía, ya lo recordaba. Que bella población de costa, llena de pequeñas barcas pesqueras con sus nasas y demás aparejos. Ese acento gallego tan característico. Ya solo quedaba llegar al santuario A Virxe da Barca, y así lo hice. En el extremo del pueblo y ante el bravo mar, allí estaba la iglesia. Estaba emocionado.

Bajé mi bicicleta a las rocas, y me fui a donde las olas rompían contra las piedras, a escasos metros de la puerta del templo. Esa es la gran belleza de este lugar...

Allí disfruté de un momento para mi y mis cosas. Mi cabeza daba vueltas y mi corazón iba al mismo ritmo. Ha sido una grata experiencia, me ha hecho sentir muy bien, pero es que da igual cómo os lo intente describir, pues para los sentimientos no hay palabras suficientes. Era mi momento...

Más tarde me dirigí al albergue Bela Muxía, allí conocí a Celia, que me atendió amablemente y me dijo que pasara sobre las seis para recoger mi Muxiana pero antes quería hacerme una foto para ponerla en su página web de Facebook. Lo que os decía de la bandera y las pintas que llevo...

Sobre las 18:30 fui de nuevo al albergue, y allí conocí al marido de Celia, Ángel. Celia ya sabía lo que les quería pedir y se lo había comentado a Ángel. Cuando Ángel me vio nos fuimos a otra sala y allí hablamos un buen rato. Hubo mucha sinceridad, pero antes de que le dijese nada él me dijo "me da igual lo que me pidas, la respuesta es sí". Ante esa situación todo fue, repito, sinceridad, y tuvo un gran detalle conmigo contándome su historia y haciéndome entrega de dos Muxianas. Gracias Ángel y gracias Celia, gracias de parte de los dos, por ese pequeño detalle pero sobretodo por todo lo que hoy he aprendido de una persona que hace un par de horas era un desconocido y ahora considero un amigo. Volveré dijiste. Voleré te digo.

Mañana, Finisterre.


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Uno de los mojones del Camino, dirección a Muxía.

Así estaba gran parte del Camino en el día de hoy.

Esa leve bruma que se ve a lo lejos es sencillamente genial.

Bosque bajo gallego.


Atravesando un campo de maíz.


Aquí las vacas me han mandado parar. ¡A la orden!

Curiosa...

Río Xallas.


Mi primer café con azúcar en años.

Un gran hórreo.

El Xallas serpenteando entre montañas.


Aquí decidimos, ¿Finisterre? ¿Muxía?

A los piés de A Virxe da Barca.


Gaviotas y cormoranes bañándose en este tipo de ensenada.

Yo a mi llegada a Muxía.

En la parte más alta de Muxía.

Bella vista de una bella costa...

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